Oración introductoria
Gracias Jesús, por quererme tanto, por amarme como nadie más me ha amado. Yo creo en ti, Señor, pero te lo pido: enséñame a transformar en obras lo que profeso con palabras, porque quien te conoce y cree en ti, no puede ser indiferente. Enséñame a ver que la mayor obra de la fe es el amor, porque "lo que vale es la fe actuada por la caridad". Así que dame un corazón "grandotote", no para mí, sino para amarte más a ti en mis próximos. Jesús, sé que el amor no está desvinculado de la abnegación, por eso, cuando me presentes las oportunidades de amar, no me abandones, y hazme comprender que si me vacío de mí mismo por amor, es para llenarme de ti, para que no sea yo, sino Tú, el que viva y actué en mí.
Lectura del Santo Evangelio Según San Mateo 7, 7-12.
En aquel tiempo dijo Jesús: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra; o si le pide un pez, le dé una culebra? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan! Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas.
Reflexión
Estamos acostumbrados a fundamentar nuestra vida en los sentimientos y emociones, porque ellos dulcifican momentáneamente nuestras penas; pero una vez pasado el efecto, la amargura se vuelve más insoportable. Así vivía la samaritana que se encontró con Jesús en el pozo de Sicar, hasta que se encontró confiadamente con Jesús, y cambió. La oración no se trata de sentimientos ni de peticiones superfluas, sino de dejarse amar por Dios. Esa es la oración eficaz de Abraham: dejarse amar por Dios. Esto significa abandonarse en los designios de Nuestro Padre Dios, sabiendo que Él escribe recto en reglones torcidos.
Pedid, Buscad, Llamad...
El camino de la Cuaresma es ante todo de conversión. Es una invitación a que regresemos a la casa del Padre. En cierto modo, se trata de que ya no sea sólo Dios quien tenga que salir a nuestro encuentro, sino que también nosotros le busquemos a Él.
Autor: Carlos Henrique Farias, L.C | Fuente: Catholic.net
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