Infórmate

viernes, 1 de julio de 2011

Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.

“Te invitamos para que abras tú corazón al Señor con la lectura diaria del evangelio y una pequeña reflexión que te ayudara a crecer en la fe”.


Oración preparatoria

Oh, Señor, me has llamado, heme aquí. Vengo para hacer tu voluntad, para ofrecerte mi amor, para escuchar tu Palabra. No sé orar: infunde en mí tu Espíritu, y entonces seré como tú quieres que sea; seré digno de ti. Renuncio por ti a todo mal. No vengo solo: traigo conmigo a muchas almas, necesitadas, pobres, amadas como yo; te las encomiendo, únelas a tu vida. Todo esto te lo pido por la Pasión de tu Hijo, por el amor de tu Padre, por la vida de tu Espíritu. Santos ángeles y patronos, santos del cielo, María, recemos juntos al Señor. Amén.




Evangelio


Lectura del Evangelio según san Mateo 11, 25-30

En esa oportunidad, Jesús dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.







Meditación

Jesús agradece a su Padre. No posee nada, vive constantemente en el camino, rodeado de gentes volubles que a lo mejor no lo entienden o, peor, lo quieren muerto. ¿agradece por qué?

Jesucristo da gracias porque se sabe Hijo, conoce quién es su Padre, y por lo mismo su mirada escruta más allá. Ve el mundo creado por la mano de Dios, y contempla con asombro todo el mal constantemente transformado en oro. Observa cómo brota del egoísmo la ofrenda, del sufrimiento la apertura a los demás, de la humillación la paciencia, de la ofensa y el pecado el amor.

Nos enseña a mirar con los ojos sencillos de quien, al investigar el universo, no se queda en el “cómo”, sino que busca también el “por qué”. Admira en toda la obra del universo -en su inmensidad, orden y fecundidad - la grandeza y el amor del Autor.



Autor: Sebastiano Maria Zanin, L.C | Fuente: Catholic.net

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