“Te invitamos para que abras tú corazón al Señor con la lectura diaria del evangelio y una pequeña reflexión que te ayudara a crecer en la fe”.
Oración Introductoria
Señor, Dios de Misericordia, vengo a Ti para encontrar el descanso de mi alma. Recíbeme en tu Corazón divino que has abierto para que descansemos en Él. Vengo a presentarte mis deficiencias y errores, pero aun siendo mis miserias las que te traigo, transfórmalas tú en signo de humildad y en un deseo ardiente de ti que nunca se apague.
Evangelio
Lectura del Evangelio según san Mateo 11, 28-30
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.
Meditación
El ser humano busca siempre la felicidad, y todos lo experimentamos cada día porque verdaderamente deseamos ser felices. Pero en esta búsqueda nos cansamos fácilmente, sobre todo cuando no vemos ningún resultado satisfactorio y convincente. En este mundo difícilmente encontraremos algo que llene plena y definitivamente nuestras ansias de felicidad, porque el corazón Dios nos lo ha hecho a la medida de Él, y sólo Él lo podrá satisfacer perpetuamente.
Él nos conoce muy bien y sabe lo que llevamos en nuestro interior (cfr 1Jn 3, 20), sabe de sobra nuestras limitaciones y cansancios, nuestras flaquezas y debilidades. Por eso nos ofrece un lugar para descansar y recobrar fuerzas para seguir luchando mientras dure esta vida. Ese lugar, el mejor del mundo es Él mismo, Dios, el Omnipotente y Creador, que se hace refrigerio y alivio para sus creaturas. Muchas veces nos hemos sentido cansados, agobiados, saturados y a punto de explotar, pero ¿cuántas veces hemos ido a descansar en los brazos de Dios? ¿Cuántas veces hemos ido a encontrar refugio, consuelo y fuerzas en el Corazón de Cristo? Pero no sólo espiritualmente, sino también físicamente, porque Él nos ha dado su palabra, y Él nunca ha defraudado a nadie que se haya acercado buscando la paz que nos ha prometido.
Autor: P. Francisco Javier Arriola, LC | Fuente: Catholic.net
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