“Te invitamos para que abras tú corazón al Señor con la lectura diaria del evangelio y una pequeña reflexión que te ayudara a crecer en la fe”.
Primer Domingo de Adviento
Lectura del Santo Evangelio Según San Lucas 21, 25-28. 34-36
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra la angustia se apoderará de los pueblos, asustados por el estruendo del mar y de sus olas. Los hombres se morirán de miedo, al ver esa conmoción del universo; pues las fuerzas del cielo se estremecerán violentamente. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobren ánimo y levanten la cabeza, porque se acerca su liberación. Procuren que sus corazones no se entorpezcan por el exceso de comida, por las borracheras y las preocupaciones de la vida, porque entonces ese día caerá de improviso sobre ustedes. Ese día será como una trampa en la que caerán atrapados todos los habitantes de la tierra. Estén atentos, pues, y oren en todo tiempo, para que se libren de todo lo que vendrá y puedan presentarse sin temor ante el Hijo del hombre.
Reflexión
El Evangelio de hace dos semanas nos hablaba del fin de mundo. Y hoy Lucas parece que nos vuelve a presentar la misma temática… Pero no. Cristo no viene a hablarnos de otro fin del mundo. Más bien nos abre las puertas a la esperanza.
Hoy iniciamos el período del adviento y, con el adviento, comenzamos también otro año litúrgico. Todo inicio trae siempre a nuestro corazón una nueva esperanza. Pero no sólo. Adviento es también el tiempo de la “espera” por antonomasia: la espera del Mesías, del nacimiento de Cristo en la navidad. Éste es uno de los mensajes más fuertes de este período: la esperanza de tiempos mejores. Es éste uno de los anhelos más profundos del espíritu humano.
El profeta Jeremías nos habla así en la primera lectura: "Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel: suscitaré un vástago legítimo, que hará justicia y derecho en la tierra. En aquellos días se salvará Jerusalén y sus hijos vivirán en paz". ¿Qué mejor noticia que ésta podía recibir un pueblo desolado, después de la destrucción de Jerusalén y la deportación a Babilonia? Esperaban al Mesías, que traería la paz, la justicia, el derecho, la salvación.
Y el Evangelio se coloca en esta misma perspectiva: "Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación". Es verdad que el lenguaje que usa nuestro Señor es el apocalíptico. Pero está enmarcado en un contexto de esperanza y de salvación. Cristo habla de su retorno glorioso al final de los tiempos, sí; pero la esperanza es también para el "hoy" de nuestra vida presente.
Autor: P. Sergio A. Córdova LC | Fuente: Catholic.net
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