“Te invitamos para que abras tú corazón al Señor con la lectura diaria del evangelio y una pequeña reflexión que te ayudara a crecer en la fe”.
Oración introductoria
Señor, me pongo en tu presencia, poniendo en tus manos todo lo que pueda interrumpir mi encuentro contigo. Señor, quiero encontrarte, quiero encontrar el verdadero amor: te estoy buscando. ¿Dónde estás, Señor? Tú que curaste a muchos de sus enfermedades, de sus dolencias, de malos espíritus y que diste la vista a muchos ciegos, ayúdame a hacer esta experiencia de tu amor como los apóstoles después de encontrarse contigo.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7,19-23
Juan envió a sus discípulos a decir al Señor: "¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?". Llegando donde él aquellos hombres, dijeron: "Juan el Bautista nos ha enviado a decirte: ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?". En aquel momento curó a muchos de sus enfermedades y dolencias, y de malos espíritus, y dio vista a muchos ciegos. Y les respondió: "Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia a los pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no se halle defraudado en mí!".
Meditación del Papa
Queridos amigos, os invito a tomar conciencia de esta sana y positiva inquietud; a no tener miedo de plantearos las preguntas fundamentales sobre el sentido y sobre el valor de la vida. No os quedéis en las respuestas parciales, inmediatas, ciertamente más fáciles en un primer momento y más cómodas, que pueden dar algunos ratos de felicidad, de exaltación, de embriaguez, pero que no os llevan a la verdadera alegría de vivir, la que nace de quien construye -como dice Jesús- no sobre arena, sino sobre sólida roca. Así pues, aprended a reflexionar, a leer de modo no superficial, sino en profundidad, vuestra experiencia humana: descubriréis, con asombro y con alegría, que vuestro corazón es una ventana abierta al infinito. Esta es la grandeza del hombre y también su dificultad. Una de las falsas ilusiones producidas en el curso de la historia ha sido la de pensar que el progreso técnico-científico, de modo absoluto, podría dar respuestas y soluciones a todos los problemas de la humanidad. Y vemos que no es así. Queridos jóvenes, la experiencia humana es una realidad que nos aúna a todos, pero a la que se le pueden dar diversos niveles de significado. Y es aquí donde se decide de qué modo orientar la propia vida y se elige a quién confiarla, en quién confiar. Siempre existe el peligro de quedar aprisionados en el mundo de las cosas, de lo inmediato, de lo relativo, de lo útil, perdiendo la sensibilidad por lo que se refiere a nuestra dimensión espiritual. No se trata, de ninguna manera, de despreciar el uso de la razón o de rechazar el progreso científico; todo lo contrario. Se trata más bien de comprender que cada uno de nosotros no está hecho sólo de una dimensión «horizontal», sino que comprende también la dimensión «vertical». Los datos científicos y los instrumentos tecnológicos no pueden sustituir al mundo de la vida, a los horizontes de significado y de libertad, o a la riqueza de las relaciones de amistad y de amor. (Discurso del santo padre, domingo 19 de junio de 2011).
Autor: Pedro Queiroz, L.C. | Fuente: Catholic.net
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